Ay los chupetes. Qué grandes amigos, cuánta paz y tranquilidad traen al hogar, ¿eh? Nada que decir acerca de esto, es una verdad como un templo. Sin embargo, muchos padres se preocupan/nos preocupamos por si nuestro hijo se convierte en un chupete-adicto; el miedo nos embarga, y visualizamos una poco menos que catastrófica escena en la que nuestro hijo, de ya 18 años, sigue dándole al chupete.
Bueno, antes de dejarnos llevar por el drama y la exageración, hablemos del chupete de una manera un pelín más objetiva. ¿Deberíamos tenerle este miedo? ¿Deberíamos rendirnos ante su grandiosidad? ¿Deberíamos, tal vez, encontrar un punto medio?
Lo primero de todo: ¿de dónde viene el chupete?
Allá por 1473, un médico alemán lo menciona por primera vez en su libro A Guide on Young Children. Aparte de eso, entre los siglos 17 y 19, en Inglaterra, existían los corales, unos juguetes que se usaban durante los meses de salida de dientes y que ayudaban a los bebés a aguantar el dolor. Sin embargo, popularmente se cree que los chupetes son una evolución de los anillos de dentición y un sustituto de las tetillas de azúcar. Dichas tetillas de azúcar eran una especie de bolsita de tela rellena de azúcar que, al contacto con la saliva, se disolvía.
Si esto de dar azúcar tal cual a un bebé te parece una locura, aprovechamos para decirte que a veces hasta mojaban la tetilla en brandy. ¿No querías taza? Toma taza y media.
Teniendo esto en cuenta, lo del chupete es una maravilla, la verdad.
¿A qué edad debería empezar a darle chupete a mi bebé?
Ya que el uso de chupete puede impedir un correcto amamantamiento, lo mejor es dar chupete al bebé una vez le haya pillado el truquillo a alimentarse; cuando tienen alrededor de un mes de edad. Pero si ves que el bebé coge peso a buen ritmo, puedes dárselo antes.
Si tu bebé fue prematuro –e incluso aunque veas que no gana peso como debería –, sí que se recomendaría darle el chupete